Cómo la comunidad de San Agustín Buenavista transforma tu boda destino en Hacienda Compostela
Hay lugares donde te casas.
Y hay lugares donde la tierra, la gente y la historia entera se unen para bendecirte.
Así es San Agustín Buenavista. Así es Hacienda Compostela.
En un rincón mágico del Estado de México, a solo 45 minutos de la CDMX, hay un oasis donde el barro, el ónix, el mezquite y el vidrio soplado no son decoración: son identidad viva.
Pero lo más valioso es la comunidad que lo sostiene con el alma.

Aquí las bodas destino Se celebran con sentido
Cada boda en Hacienda Compostela es un acto simbólico donde la comunidad local participa de forma real, tangible y profunda. No es un evento aislado: es una experiencia viva, tejidapor la comunidad de San Agustín Buenavista.
La banquetera de la casa Olivo y Romero prepara banquetes con ingredientes de temporada, cosechados en granjas vecinas o seleccionados con maestría en los mercados de la región. Los anfitriones, siempre atentos, no solo sirven… cuidan. Saben que ese día no se repite. Que cada gesto importa. Que cada brindis, mirada o lágrima es parte de una historia más grande.
Como decimos aquí: “Somos familias recibiendo familias”.
Y no es metáfora. Cuando celebras en Hacienda Compostela, las tejedoras de la comunidad bordan los caminos de mesa. El pan se hornea a pocas calles del venue. Cada servicio, un rostro. Cada espacio, una intención.

Impacto real, simbólico y comunitario
Quienes eligen casarse aquí no buscan solo estética, sino coherencia. Son personas que quieren que su boda deje huella: en sus invitados, en su historia… y en el lugar que los recibe. Parejas que entienden que una boda no tiene por qué ser una producción vacía, sino un ritual transformador.
Para ellos, cada elección tiene un “por qué”:
El barro en las vajillas.
El ónix en los candelabros.
Materiales de México. Manos de México. Corazón de México.
No se trata solo de verse bien. Se trata de vivir bien, sentir profundo y compartir algo verdadero.

Lo que no ves en Pinterest (pero que hace toda la diferencia)
Mientras muchos venues hablan de “experiencias”, en Hacienda Compostela hay personas con nombre y memoria que las hacen realidad:
Don Bartolo: el fuego y el alma del brunch
Cuando termina la boda y llega el brunch de agradecimiento, Don Bartolo ya lleva horas encendiendo la tierra.
Prepara la barbacoa como se ha hecho aquí por generaciones: en horno bajo tierra, con pencas, paciencia y ritual.
Y no, no es solo el sabor. Es la memoria cocinada en cada plato.
Don Ángel: el guardián silencioso del jardín
Las plantas nativas que bordean los caminos, las flores que te reciben en el casco de la Hacienda… Todo eso lo cuida Don Ángel, con la misma delicadeza con la que también alimenta, cepilla y acompaña a los caballos que viven aquí.
Camina en silencio cada mañana, con tijeras de podar y una devoción que no se enseña.
Él no “decora” el venue. Lo honra.
Chave: la guardiana invisible del descanso
En cada boda destino, alguien se asegura de que las habitaciones estén impecables, las toallas dobladas con cariño y los pequeños detalles cuidados con esmero.
Esa es Chave, nuestra ama de llaves.

Lo que transforma la vivencia
Uno de los detalles que más conmueven a las parejas que nos visitan es cómo se sienten sostenidas desde el día uno. Nuestro equipo de planners, formados en diseño emocional y hospitalidad regenerativa, trabaja de la mano con artesanos, músicos, floristas y cocineros de San Agustín para que cada boda sea una creación compartida.
Las ceremonias pueden incluir rituales simbólicos diseñados con la pareja. Los menús cuentan historias de territorio. Las flores vienen del mismo clima que las vio enamorarse. Y sí: también hay pirotecnia en frío y carpas iluminadas como sueños… pero eso es solo la superficie.
Porque aquí no vienes a celebrar cualquier cosa. Vienes a consagrar tu historia.